jueves, 5 de noviembre de 2009

La Boca

Palacio Rosado
siempre vigilado
-arriba y abajo-
por blancos soldados.
Hay dientes guardianes,
otros, capitanes.
Los más movedizos
son dientes postizos.
Hay dientes bebitos:
son los más chiquititos.
Allí está entre el coro
un diente de oro.
Es, según la ley,
del palacio del Rey.
Entra al comedor
Pepe Tenedor,
y a veces, su esposa:
Cuchara Brillosa.
En sus carretillas
hay puré, frutillas,
queso, salsa, huevos
y duraznos nuevos.
Té, café con leche,
carne en escabeche.
Y una vez adentro...
¡Pobres alimentos!
Pero un río de sangre
hoy les quita el hambre.
Se asoma una taza
a ver lo que pasa.
Es un diente flojo
se viste de rojo
pues está cansado
de vivir parado.
Baila, da mil vueltas,
hasta que se suelta.
Al palacio rosado
llega un invitado.
- Mis amigos dientes,
los quiero - les miente.
Lo envuelve un gabán
hecho de celofán.
- Deseo entrar a vuestro hogar
- Caramelo, ¡entra!
Te abrimos la puerta!
- Yo solo me pelo
- dice el caramelo.
Y ese caballero
es feroz guerrero.
Ataca y cuela
por dientes y muelas.
Hasta que se vaya
sigue la batalla.
- ¡Guerra al caramelo!
- ¡Guerra al caramelo!
Pero el Rey Primero
grita, a los guerreros:
- Terminen, les pido!
¡Hay muchos heridos!
Busca una lista
el mejor dentista,
y allá va, ligero
el palacio entero.
El dentista apura,
prontito los cura
y todos, contentos
ponen fin al cuento.

- Elsa Bornemann