lunes, 25 de julio de 2011

Tarde en el mar, tarde en el amor.

Tarde en el mar, tarde en el amor.


Estaba parada en el balcón esperándolo. Ya era demasiado tarde, pero como era la última vez que lo vería, debía decirle que si la vida es un sueño, este es el último.
Diego llegó a pedirme perdón.
- Llegaste tarde.
- Lo siento, pero es que el Trans-Valparaíso…
- No le eches la culpa. Creo que deberías redimirte de tus errores.
- Stella, me he equivocado. Pero, merezco algo de perdón. Si no hubiera estado allí, nadie hubiera salido lastimado. El yate salió tarde, la bencina era de muy mala calidad. Si yo…no hubiera manipulado…quizás…Matías estaría aquí.
- No importa. No te mereces nada… Matías te adoraba.
- Lo sé. Pero… no fue mi culpa.
De pronto, un viento helado azotó mis brazos desnudos. Era una noche estrellada y fría. Aun así, la compañía de diego, me era más helada. Hacia adelante, el mar se escuchaba como un león rugiendo. Olas y olas, que rompían en el acantilado.
Tenia que confesarlo: me enamoré de Diego. Pero Matías, que murió hace dos años debido a una explosión en su yate Bellavista. Era su mejor amiga. Y Diego, su hermano. Yo, que siempre había querido a Matías, desde el día en que lo vi, termine rindiéndome al corazón de su hermano. Fui testigo, desde el puerto, de su fatal destino, y la pena me cegó, hasta hoy.
Y, ahora, parada sobre un balcón de playa, admirando el mar, y queriendo que diego me abandone, para volver a asumir mi antigua pena.
- ¡Stella! – diego llamaba lejos.
- Diego…dejaré todo. Mañana parto a california. El barco sale en la mañana.
- Stella, estás tomando la decisión equivocada. Tu vida está aquí, en Valparaíso.
- Lo siento, pero hoy es la despedida. Tengo que ser fuerte, y, alejarme de todo mal del pasado. Debo olvidar a Matías, a ti, y al yate.

II

El desayuno de la plaza Sotomayor, fue un verdadero fracaso, que creo que vomitaré todo en el barco.
Estoy a punto de detenerla, lo que sea por ella.
Corrí, subí a barco. Llegué a su camarote. Toqué la puerta. Salió sorprendida, le dije “Hola. Al fin te encontré”, siguió mirando y le planté un beso.
Hace mucho tiempo que no tenía esas maravillosas sensaciones. Mil mariposas trataban de salir por mi boca, mi respiración perdió su habitual ritmo. Debía decirles a todos que estaba loco por Stella.
No la solté, ella se zafó y me siguió mirando. Dijo “ya está, me voy, diego, y no harás nada que lo impida”.
Le supliqué con la mirada, pero parecía seguir dispuesta a sus decisión. Y no puedo obligarla a quedarse. Matías es un fantasma que siempre seguirá entre los dos.
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Esto lo escribí en inspiración en Reñaca, debido a la falta de ideas. No hacía frio allá, pero Stella es una estúpida por irse y dejar a Diego alone

Le tengo cariño al cuento, pero no comparto con él y sinceramente, esto no sucede todos los días. 

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